¿Bicicleta o coche eléctrico? Cómo nuestras opciones de movilidad afectarán a la salud pública
Léo Moutet, Aurélien Bigo, Kévin Jean, Laura Temime, Philippe Quirion, diciembre 2024
La aplicación de políticas públicas que fomentan el uso de medios de transporte activos (caminar, ir en bicicleta) en lugar del coche mejora la salud de la población no solo de forma directa, sino también indirecta, al reducir el uso de combustibles fósiles, la contaminación acústica y la contaminación atmosférica. Nuevos estudios cuantifican estos beneficios basándose en los cuatro escenarios Transition(s) 2050 de la Agencia para la Transición Ecológica (ADEME).

El sector del transporte, que representa un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en Francia, desempeña un papel crucial en la transición ecológica que es imprescindible llevar a cabo para hacer frente a los retos climáticos.
Entre las soluciones para «descarbonizar» el transporte, es decir, limitar el uso de energías fósiles, el transporte activo, que incluye en particular los desplazamientos a pie y en bicicleta (clásica y eléctrica), destaca por sus beneficios para la salud.
Estos modos de transporte no solo contribuyen a mejorar la calidad del aire y a reducir las emisiones de CO2, sino que también fomentan la actividad física regular. Desde un punto de vista individual, una persona que sustituye el coche por la bicicleta en sus desplazamientos diarios durante 200 días puede reducir sus emisiones de CO2 en 0,5 toneladas al año, al tiempo que se beneficia de numerosos efectos positivos para su salud.
Hemos evaluado el impacto en la salud de los cuatro escenarios de transición propuestos por la Agencia para la Transición Ecológica (ADEME).
Cinco palancas para reducir las emisiones en el transporte
En 2021, la Agencia para la Transición Ecológica (ADEME) presentó los resultados del proyecto Transition(s) 2050, que explora cuatro escenarios para alcanzar la neutralidad en carbono en 2050 en la Francia metropolitana:
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S1 («Generación frugal»);
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S2 («Cooperaciones territoriales»);
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S3 («Tecnologías verdes»);
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S4 («Apuesta reparadora»).
Cada escenario se basa en opciones sociales distintas, que ilustran diferentes trayectorias posibles hacia una sociedad descarbonizada. Todos describen la evolución de los principales factores que influyen en el consumo de energía y materiales, en particular la demanda de transporte, que incluye los modos activos. Estas estimaciones también tienen en cuenta las distancias recorridas a pie para acceder al transporte público.
Paralelamente, un escenario tendencial prolonga las tendencias sociales actuales sin alcanzar el objetivo de neutralidad en carbono (escenario BAU, por «Business As Usual»).
En este ejercicio prospectivo, se utilizan cinco palancas para reducir las emisiones en el transporte (disminuir la demanda de transporte, recurrir a modos menos contaminantes, aumentar la ocupación de los vehículos, aumentar la eficiencia energética y descarbonizar la producción de energía), y cada escenario activa las diferentes palancas para satisfacer la demanda de transporte de la población de aquí a 2050.
Mientras que S1 y S2 apuestan más por las palancas de sobriedad a través de la reducción de la demanda, el cambio modal y una mejor ocupación de los vehículos, S3 y S4 se basan principalmente en las palancas tecnológicas de eficiencia energética y descarbonización de la producción energética.
En nuestro estudio, hemos modelizado los efectos sobre la salud del transporte activo en Francia en el marco de los escenarios Transition(s) 2050, basándonos en el método de evaluación cuantitativa del impacto sanitario.
Una mejora de la salud
Teniendo en cuenta la distribución actual del transporte activo por grupos de edad, hemos estimado los beneficios para la salud, como el número de muertes evitadas y los años de vida ganados por la población.
La evolución de la demanda de transporte activo entre 2021 y 2050 muestra tendencias distintas según los escenarios explorados. En 2015, los modos activos en Francia generaban una media de 80 minutos de actividad física moderada por persona y semana.
Según el escenario S2, estos niveles alcanzan los 150 minutos semanales a partir de 2035, lo que equivale a las recomendaciones mínimas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en materia de actividad física. El escenario S1 solo lo alcanza 15 años más tarde, en 2050.
Por el contrario, el escenario S3 sigue siendo insuficiente para alcanzar estos objetivos. Los escenarios S4 y tendencial («business as usual», es decir, sin cambios con respecto a las tendencias actuales) prevén evoluciones limitadas del transporte activo. Estos resultados, diferenciados por grupos de edad, ilustran trayectorias desiguales en la promoción de la actividad física en Francia.
Según la magnitud del cambio modal, los impactos sanitarios previstos, independientemente de la edad, varían considerablemente y se amplifican con el tiempo. A partir de 2035, se pueden evitar 19 000 muertes si se sigue el escenario S2. Por el contrario, si se elige el escenario S4, cada año podrían registrarse 2000 muertes adicionales (atribuidas a una disminución de los desplazamientos a pie) en comparación con el escenario tendencial.
Estos indicadores sanitarios pueden traducirse en esperanza de vida de la población: en los dos casos, S2 y S4, podría aumentar en 3 meses o disminuir en 0,2 meses, respectivamente.
Una relación beneficio-riesgo ampliamente positiva
Para evaluar correctamente las consecuencias del cambio modal en la salud, es fundamental tener en cuenta algunos factores adicionales, como la exposición a la contaminación atmosférica y los riesgos de accidentes de tráfico (especialmente para los ciclistas).
En nuestro estudio, estos impactos se tienen en cuenta, de forma indirecta, en el cálculo, ya que este se basa en la mortalidad «por todas las causas».
Además, diversos estudios han demostrado que los beneficios absolutos de la actividad física generada por el transporte activo superan con creces los efectos negativos relacionados con la exposición a la contaminación o los accidentes de tráfico durante su práctica.
Así, en general, la exposición a la contaminación atmosférica de los usuarios del transporte público y los ciclistas tiende a ser menor que la de los automovilistas, mientras que la de los peatones es la más baja.
En cuanto a los accidentes de bicicleta, se espera que disminuyan con el aumento de su uso, un fenómeno denominado «seguridad por número».
Ventajas indirectas
Más allá de los beneficios directos para la salud, el aumento del cambio modal en los centros urbanos también contribuiría a reducir la contaminación acústica, mejorando así la calidad del sueño de los habitantes.
Además, dedicar más espacio a las infraestructuras ciclistas, en particular limitando el espacio destinado a los coches, y generar un cambio hacia la movilidad activa también permite optimizar el uso del espacio público.
Por último, la actividad física también mejora la calidad y el rendimiento en el trabajo, reforzando así el bienestar de los empleados y su productividad.
Objetivos alcanzables
En todos los escenarios estudiados, la mayoría de los beneficios para la salud provienen de un aumento significativo de la movilidad en bicicleta, en particular gracias al auge de las bicicletas eléctricas.
El escenario más optimista prevé que cada francés recorra una media de 20 kilómetros en bicicleta y 7 kilómetros a pie a la semana en 2050, lo que supone unos 20 minutos de actividad física moderada (caminar y/o montar en bicicleta) al día, frente a los 11 minutos de 2015. Aunque este avance es notable en comparación con los niveles observados antes de 2020, sigue estando por debajo de lo que se observa en otros países europeos.
Así, en los Países Bajos, el transporte activo ya representa entre 24 y 28 minutos al día; más del 50 % de los desplazamientos de menos de 2 kilómetros se realizan en bicicleta. En Francia, solo el 5 % de la población utiliza la bicicleta para desplazamientos de menos de 5 kilómetros, mientras que el 60 % opta por el coche.
Si se sigue la trayectoria actual de la hoja de ruta del Gobierno (Estrategia Nacional de Bajas Emisiones de Carbono), la actividad física derivada del uso de la bicicleta permitiría evitar unas 5000 muertes en el año 2030 (en comparación con los niveles observados en 2019).
Sin embargo, alcanzar en 2030 los niveles actuales de uso de la bicicleta de nuestros homólogos daneses o neerlandeses permitiría duplicar y cuadruplicar estos beneficios, respectivamente.
Estas cifras ponen de relieve el potencial de mejora de nuestro país y confirman que los niveles previstos en los escenarios S1 y S2 son perfectamente alcanzables.
Por lo tanto, la evolución de las prácticas ciclistas podría ser más ambiciosa, como muestra el análisis de los datos de frecuentación ciclista en algunas ciudades.
Fomentar el transporte activo: ¿por dónde empezar?
Entre las medidas que se sabe que son eficaces para fomentar el transporte activo figura la mejora de las infraestructuras urbanas. Mejorar la accesibilidad y proporcionar infraestructuras seguras favorece, en efecto, estos modos de desplazamiento.
Además, cuando existen infraestructuras adecuadas, el elevado coste del coche incita a los usuarios a abandonarlo en favor de la marcha a pie o la bicicleta.
Los beneficios para la salud derivados del uso de la bicicleta son considerables y también pueden animar a los responsables políticos a poner en marcha políticas públicas para fomentar su uso. Incluso convencer a la población de que se pase a la bicicleta…
Lamentablemente, aunque el Gobierno había prometido para 2023 un ambicioso plan para la bicicleta de 2000 millones de euros, que prestaba especial atención a las zonas rurales y periurbanas, este parece haber desaparecido del presupuesto para 2025.
Las comunidades que se habían comprometido con políticas ciclistas podrían ver desaparecer una palanca financiera indispensable. Si las medidas esenciales para la transición hacia una sociedad más resiliente se vieran vulneradas, esto tendría consecuencias tanto para el medio ambiente como para la salud…
Referencias
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Léo Moutet, Doctorant en sécurité sanitaire, Conservatoire national des arts et métiers (CNAM)
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Aurélien Bigo, Chercheur sur la transition énergétique des transports - chaire Énergie et Prospérité - Institut Louis Bachelier, École normale supérieure, Ensae ParisTech, École polytechnique
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Kévin Jean, Professeur junior en Santé et Changements Globaux, Université Paris Dauphine – PSL
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Laura Temime, Professor, Conservatoire national des arts et métiers (CNAM)
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Philippe Quirion, Directeur de recherche, économie, Centre national de la recherche scientifique (CNRS)