PAP69 - Caos y pérdida de calidad en las periferias urbanas: el diagnóstico de los atlas del paisaje en Cataluña

Pere Sala, septembre 2023

Le Collectif Paysages de l’Après-Pétrole (PAP)

Fleco: en el mundo hispánico, la palabra fleco evoca una frontera textil flexible -como los flecos de los mantones andaluces- que puede deshilacharse, deshilacharse y perder su consistencia.

Las zonas periféricas se caracterizan por su relativa lejanía de las áreas metropolitanas. Esto puede provocar aislamiento, marginación y diversidad de usos. También parecen ser zonas de transición incontrolada entre la artificialidad y la ruralidad. Aunque poco estudiada, la periferia urbana es también un paisaje, hoy un verdadero reto para la ciudad del mañana. Con esta perspectiva, Pere Sala, director del Observatori del Paisatge de Catalunya, ha escrito un artículo traducido por Enric Salvans-Roussel. El texto está extraído del libro « Franges. Els paisatges de la perifèria », obra colectiva editada por Joan Nogué, 350 p. 2012. Colección « Plecs de paisatge » nº 3.

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Hoy en Europa, como en casi todo el mundo, millones de personas viven o se desplazan diariamente a las afueras de las ciudades para ir a trabajar, de compras o a jugar. Los suburbios son sus verdaderos paisajes cotidianos. Una de las principales aportaciones del Convenio Europeo del Paisaje, aprobado por el Consejo de Europa en 2000, es el principio de que, si bien es importante proteger y gestionar los paisajes excepcionales en peligro de extinción, ahora es más importante que nunca desarrollar los paisajes ordinarios. Entre ellos, las zonas periféricas se han convertido en paisajes esenciales. En las últimas décadas, la ciudad ha superado sus límites en toda Europa.

Sin embargo, la intensa e irresistible dinámica de globalización, metropolización y urbanización difusa que ha dado lugar a estos nuevos paisajes periféricos ha mostrado poca -si es que ha mostrado alguna- preocupación por la calidad del paisaje resultante. Caracterizados por un elevado consumo de suelo y por la fragmentación del territorio que crean, estos paisajes son una fuente de costes adicionales en términos de movilidad, de emisiones de gases de efecto invernadero y de consumo desmesurado de agua, sin ofrecer un marco adecuado para la vida social. En nuestro país, existe una clara falta de comprensión y planificación de estos espacios. Si bien nuestra cultura ha sido capaz de descubrir y reformular, con mayor o menor acierto, herramientas de interpretación de los paisajes urbanos y naturales heredados del pasado, ha carecido de los reflejos necesarios para comprender a tiempo las características de estos nuevos paisajes, el origen de las dinámicas que los crearon y la forma en que podrían haberse programado u organizado. Así pues, los paisajes de las periferias ni han seguido los modelos de la ciudad compacta, con su fuerte coherencia y su forma generativa acabada, ni han preservado las funciones, las huellas y los valores preexistentes de las zonas rurales. Estos nuevos paisajes difuminan cada vez más los límites y las diferencias físicas y sociales entre la ciudad y el campo, al tiempo que aumentan las tensiones sobre sus paisajes, que desmembran, borran y encubren. Su aparición, a menudo como resultado imprevisto, no deseado e incluso ignorado, requiere urgentemente una revisión y un desarrollo sostenible que les sea propio y que tenga en cuenta su potencial de sinergias positivas.

Trabajando las periferias a la escala adecuada y rompiendo con los análisis dominantes o habituales, los atlas del paisaje elaborados por el Observatorio del Paisaje de Cataluña han propuesto nuevas lecturas, nuevas referencias paisajísticas y nuevas formas de intervención y gestión para estos márgenes 1 .

En la elaboración de estos atlas se ha puesto el acento en la participación ciudadana, en particular recogiendo las percepciones que los residentes y los diversos actores tienen de los aspectos más intangibles de estos paisajes, como por ejemplo la memoria del territorio, el espíritu del lugar y, a partir de ahí, las sensaciones y emociones que les despierta.

Aunque a menudo se pasen por alto, estos paisajes marginales encierran un gran potencial en términos de conservación de los sistemas naturales y agrícolas, uso residencial, desarrollo económico y actividades de ocio, potencial que puede liberarse con una actuación firme y valiente y un mínimo de sentido ético y estético.

En medio de la periferia

Situémonos en medio de estos intersticios compuestos: arroyos y torrentes, edificios de oficinas, centros de bomberos y salvamento, supermercados, parques públicos, zonas arboladas, huertos frutales, pabellones deportivos, grúas, viñedos, paradas de autobús, torres de alta tensión, refinerías, autopistas y autovías, restaurantes, olivares, edificios de baja calidad arquitectónica, descampados, piscinas, mástiles de telecomunicaciones, campos de golf, campos de almendros, depuradoras, cementerios, fábricas aisladas, etc. En los márgenes conviven numerosos elementos urbanos con otros de carácter agrario y rural.

Con sus múltiples funciones medioambientales, sociales, productivas, residenciales, culturales, de transporte y de ocio, las periferias son, de hecho, zonas muy dinámicas. Cuando uno se encuentra en medio de la gran heterogeneidad tipológica, formal y cromática de las franjas, puede sentir que está en el corazón de un proceso continuo de creación y construcción del paisaje. Y sin embargo, a primera vista, el contacto con los fringes da la impresión de ausencia de narrativa y de falta de calidad estética. Más allá de su diversidad de extensión, tamaño y escala, los paisajes de la periferia son paisajes híbridos, a menudo caóticos y confusos, que han perdido los significados, simbolismos, formas y funciones originales que permitían comprender su especificidad, y los han sustituido rápidamente por otros. A menudo a costa de romper los vínculos ecológicos, arquitectónicos, sociales o culturales que tradicionalmente los unían, estos espacios de transición tienen una gran capacidad para reinventarse constantemente. Están construyendo nuevas formas de entender la cultura y los modos de vida, lugares de intercambio constante y de creación de nuevos valores y nuevas identidades. Algunos de estos paisajes han conservado huellas propias del lugar y de sus anteriores funciones naturales, culturales y sociales: ríos, arroyos, restos de actividades agrícolas, puentes o canales de riego, por ejemplo. Estos vestigios desvanecidos son de escaso interés para la población local. Es más, el estado de las periferias suele reflejar su estado de relegación: están deterioradas, descuidadas y trivializadas. Y es precisamente este estado de abandono el que exige proyectos de intervención imaginativos y creativos desde el punto de vista económico, social y medioambiental, con la mirada integradora y el enfoque sinérgico que estos paisajes demandan. ¿Cómo intervenir en paisajes con un gran potencial, pero cuya interpretación es mucho más compleja que la de algunos paisajes urbanos, naturales o rurales? ¿Pueden convertirse estos lugares en polos de atracción de nuevas actividades económicas o turísticas? En una zona como ésta, en la que conviven gentes de diferentes orígenes geográficos y culturales, con gustos, costumbres y referencias paisajísticas diferentes, quedan otras cuestiones por plantear: ¿qué sensaciones despiertan estos espacios en la población? ¿Qué tipo de identidades induce esta periferia? Debido a la ausencia de la narrativa de la que venimos hablando, carecemos de un modelo claro y evocador que nos permita pensar en el futuro de estos espacios. Y, sin embargo, dado que cada vez más personas viven en ellos y ven su calidad de vida condicionada por estos espacios, nos encontramos ante un paisaje que exige una gran responsabilidad social y ética, y una gran atención pública. El reto, por tanto, es aumentar y gestionar la calidad de estos paisajes periféricos -que son extremadamente diversos- de acuerdo con una nueva lógica territorial, en un momento en que las ciudades concentran cada vez más poder, riqueza e información, mientras que los escenarios económicos, sociales, culturales y tecnológicos se suceden o se superponen a gran velocidad en el actual contexto de incertidumbre, ruptura general del modelo de desarrollo y fin de ciclo.

Algunas observaciones al margen

Invirtamos la tendencia, dominante hasta ahora, de mirar la periferia desde la ciudad, porque hoy la lógica de la ciudad es totalmente distinta de la de la periferia. Por otra parte, hablar de la periferia desde la periferia misma puede ser extremadamente evocador. He aquí algunas de las observaciones y lecciones que el proceso de elaboración de atlas paisajísticos nos ha enseñado sobre el significado paisajístico de las periferias.

La periferia está presente en todos los paisajes

Nuestro mapa de los paisajes de Cataluña está formado por siete atlas del paisaje que, mediante la enumeración de 135 unidades paisajísticas, muestran la gran diversidad y riqueza de los paisajes de Cataluña. Hemos designado cada una de estas unidades con nombres enraizados en la tierra y pertenecientes a la memoria colectiva 2. En Cataluña, como en el resto de Europa, el extrarradio ha crecido mucho en los municipios de entre 10.000 y 50.000 habitantes, y proporcionalmente más que en las principales áreas urbanas. Según el Observatorio de la Urbanización, entre 1987 y 2005 se construyeron más viviendas (268.744) en los municipios de menos de 50.000 habitantes que en los de más de 50.000 habitantes (251.260), con la particularidad de que muchas de estas viviendas son unifamiliares. En estos pequeños y medianos municipios, la proliferación de edificios residenciales, comerciales o turísticos de tipología eminentemente urbana está debilitando el carácter rural de los pequeños núcleos rurales y aldeas situados en zonas agrícolas o forestales, al desentonar con su entorno.

Franjas cada vez más diversas

Las periferias urbanas presentan características urbanas y rurales muy diferentes en cada una de estas 135 unidades. En la periferia de las áreas metropolitanas o de las grandes ciudades, es frecuente encontrar bloques de edificios de gran altura, grandes fábricas, centros comerciales, acumulaciones de vallas publicitarias, amplias zonas de aparcamiento para coches, caravanas o camiones. En la periferia de los paisajes agrarios, encontramos cobertizos agrícolas, silos, balsas de riego, pequeños restos de vegetación en las orillas de los cursos de agua, explotaciones ganaderas, cooperativas agrícolas, cabañas y muros de piedra seca, antiguas industrias ribereñas, estanques piscícolas, invernaderos y canales de riego. La extensión de los suburbios por toda la región hace que cada día se parezcan un poco más. Esto no pasa desapercibido para la población local, como demuestra la encuesta de percepción del paisaje realizada para el Atlas de las Comarcas de Girona: « Hemos perdido la capacidad de decir ‘este pueblo es así’, y cada vez es más difícil identificar dónde estás: cuesta ver qué distingue a los distintos asentamientos urbanos entre sí ». El reto de la planificación y la intervención es contrarrestar esta tendencia e inyectar diversidad en la homogeneidad. En un contexto de globalización galopante, la diversidad y la especificidad de los territorios son dos valores en alza, y las periferias podrían contribuir a reforzarlos. Cada una de estas franjas, con sus propias características y potencialidades, requiere proyectos de gestión e intervención diferentes.

Franjas disonantes

La superficie de suelo urbano urbanizable ocupada por infraestructuras es relativamente baja en Cataluña (6,3%, según las estadísticas de ocupación del suelo del Idescat, 2009). No es así como la población percibe la zona, que se percibe muy deteriorada y ocupada por artefactos. En las zonas más llanas de la Región Metropolitana de Barcelona, la impresión es que todo se ha urbanizado, mientras que en el mapa no es así. De hecho, el problema no es cuánto se ha construido, sino cómo se ha hecho: el modelo proliferante que ha extendido por todo el territorio edificios e instalaciones de alturas, materiales, colores y formas dispares está provocando una sensación generalizada de empobrecimiento de la calidad del paisaje. El escritor Toni Sala ha descrito con elocuencia la falta de coherencia de estos paisajes: « ¿Cómo pueden hablarse en lenguajes tan distintos el campanario de una ermita y la M amarilla de un McDonald’s? ¿Qué tienen que decirse los restos de un castillo medieval y los de una cementera? ¿El sendero y la autopista? No hay comunicación y, por tanto, no hay armonía » (Toni Sala, publicación digital Paisatg-e 2010). Muchos paisajes de la periferia se han convertido de hecho en receptáculos donde una variedad de artefactos componen una especie de cacofonía territorial, una disonancia agresiva donde chocan percepciones desagradables para nuestros sentidos -para la vista, pero también para el oído y el olfato- producidas por elementos absolutamente discordantes.

La escasa calidad arquitectónica de la mayoría de las intervenciones y la falta de sensibilidad paisajística hacen el resto. Es necesario abordar seriamente esta cuestión. La percepción de desorden, disonancia e insatisfacción de los ciudadanos en su relación con estas zonas tiene un fuerte impacto en el grado de estima y respeto que sienten por el espacio en el que viven. Los paisajes cada vez más extensos y feos de los suburbios no sólo son perjudiciales para la calidad de vida de las personas que viven o se trasladan allí, sino también para la imagen del país que se proyecta sobre ellos.

Predominio de la periferia residencial e industrial

Las infraestructuras desempeñan un papel indiscutible en las periferias de Cataluña, pero éstas están constituidas predominantemente por zonas residenciales e industriales. La gran mayoría de las urbanizaciones -segundas residencias antes de los años setenta y viviendas principales a partir de los ochenta y noventa- han derivado hacia un modelo de ciudad abierta y dispersa, desprovista de toda estructura urbana, lo que hoy se conoce como urbanización difusa y que contribuye muy poco a la sostenibilidad: en 1955, el área urbana representaba el 4,6% de la Región Metropolitana de Barcelona. En 2004, había aumentado hasta el 20%, lo que supone un incremento de la superficie edificada de 48.000 hectáreas, la mayor parte de las cuales corresponde a expansión urbana, ya que en este periodo no se ha producido un crecimiento significativo de los principales núcleos urbanos. Desde el punto de vista paisajístico, las urbanizaciones supusieron un cambio en la estructura y forma de los asentamientos, con la aparición de nuevos rascacielos y la aparición de nuevas formas que, en algunos casos, crearon un contraste entre la tipología edificatoria de los pueblos y la de las urbanizaciones situadas a su alrededor. La expansión urbana también ha contribuido a la desaparición de bosques y tierras de cultivo de gran calidad, a la pérdida de funcionalidad ecológica de los suelos residuales, al aumento del riesgo de incendios, a la alteración y oscurecimiento de los horizontes, fondos y otros puntos de referencia paisajísticos de primer orden, y a la obstaculización del uso recreativo de determinados paisajes. Los efectos de la uniformización progresiva de los paisajes son probablemente más evidentes en las urbanizaciones. A ello se suma a menudo una falta de coherencia e integración con el paisaje en cuanto a tipologías edificatorias, volúmenes, colores, cubiertas, distribución de parcelas y uso de materiales, que se hace especialmente patente en fachadas, cubiertas y vallas. El resultado es un paisaje que ha perdido su singularidad, inauténtico y ajeno al carácter del lugar. En Cataluña existen también más de dos mil polígonos industriales, comerciales, logísticos y de servicios, algunos de ellos en fase de desarrollo, concentrados a lo largo de las principales vías de comunicación del país.

Tanto por su volumen como por la arquitectura funcional de sus edificios, estas zonas contrastan fuertemente con el paisaje circundante, sobre todo si es rural. También son muy visibles porque están situados cerca de las carreteras principales. De los distintos tipos de parques empresariales, los destinados al comercio y los servicios son los que más rápidamente se han desarrollado en los últimos años. Se trata de grandes superficies dedicadas al menaje, la ropa, el deporte, el bricolaje, los concesionarios de automóviles, los cines, los supermercados, etc., concentradas principalmente en la periferia de las ciudades, y asociadas a amplias zonas de aparcamiento y a grandes vallas publicitarias, sin armonía de formas, colores ni luminosidad. El crecimiento urbano desordenado, incoherente, de baja densidad, desconectado de los núcleos urbanos compactos tradicionales, encarna un modelo que se considera obsoleto. Cataluña ha empezado a rectificar esta tendencia con un plan regional aprobado por la Generalitat en la primera década del siglo XXI que prioriza la densificación urbana y la expansión urbana continua, aunque los resultados aún tardan en verse sobre el terreno.

Valores visibles y emergentes

En algunos márgenes, las transformaciones rápidas y radicales han borrado las huellas que la actividad humana había dejado en el territorio a lo largo de la historia. El resultado es un paisaje que ya no conocemos ni podemos interpretar. Por eso algunos paisajes de la periferia pueden parecernos espacios sin identidad en los que, a primera vista, es difícil reconocer una coherencia global, un significado o unos valores paisajísticos. Sin embargo, de alguna manera, en medio del caos y la aparente confusión, surgen valores evidentes y latentes. Hay torrentes, ríos ribereños, monte bajo, cultivos a lo largo de líneas históricas, prados, huertas, cercados, huertos, bodegas y viñedos, cortavientos, accesos arbolados a núcleos urbanos, castillos y villas, cascos urbanos con rasgos propios, etc. Todos ellos son elementos que conforman preciosos conectores ecológicos, fértiles espacios productivos, conjuntos armónicos y equilibrados, fondos y contrastes evocadores. Estos elementos son depositarios de valores naturales, históricos, productivos, estéticos, sociales o simbólicos, aunque a menudo son poco conocidos o corren peligro de desaparecer. Por tanto, las periferias ofrecen un potencial basado en una variedad de valores. Hay que hacer más visibles estos valores evidentes y buscar rastros de valores latentes. Sacarlos a la luz elevará la calidad y reforzará la identidad de estas zonas.

Visiones contradictorias

En general, la población percibe las periferias como zonas degradadas, como la antítesis de un paisaje de calidad. Son zonas que rara vez se visitan fuera de los desplazamientos obligatorios, porque se espera de ellas una mezcla de artefactos dispuestos sin orden y que han corrompido el paisaje tradicional. En algunos casos, existe una reacción negativa ante la presencia de grandes infraestructuras tecnológicas asociadas a la producción de energía, como embalses o altos postes eléctricos, a pesar de los esfuerzos realizados en los últimos años por las administraciones y las empresas para mejorar la calidad ambiental y la imagen de estas zonas. Los procesos de participación pública de los atlas del paisaje catalán han puesto de manifiesto que algunos de estos elementos suscitan opiniones muy contradictorias. Debido a la contaminación provocada por las industrias químicas situadas al sur de la ciudad, parte de la población de Tarragona atribuye poco valor paisajístico a esta zona. Otros, en cambio, reconocen el valor estético de la diversidad de formas y colores de estas fábricas, sobre todo por la noche. También se ha observado que este tipo de paisaje da a quienes trabajan allí un sentimiento de pertenencia. Este ejemplo demuestra que un paisaje no sólo está constituido por los elementos físicos que lo componen, sino también por los significados que las personas le atribuyen. Por tanto, los medios de comunicación tienen un papel muy importante que desempeñar en el proceso de creación y consolidación de nuevos criterios, puntos de vista, preferencias y formas de representación de estos paisajes. Esta importante cuestión plantea otro reto para la planificación. En determinadas periferias, la localización de una actividad o uso que es fuente de incomodidad para la población aumenta la sensación de que estos lugares carecen de valor o atractivo y que, en consecuencia, no merece la pena visitarlos, vivir en ellos, trabajar en ellos o incluso cuidarlos. Por ello, es fundamental que la periferia cuente con elementos de calidad a los que la población sea sensible y que favorezcan su bienestar, para que estas zonas se conviertan en lugares agradables, aunque durante mucho tiempo hayan sido fuente de confusión. De hecho, en algunos casos es posible ver belleza en el desorden, haciendo hincapié en la funcionalidad. Por tanto, la tarea de planificación debe ir en dos direcciones: la del desarrollo físico y el tratamiento de las franjas y zonas periféricas, y la de prestar especial atención a la imagen y los mundos imaginarios generados por estos nuevos paisajes.

Références

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