PAP 55: Las múltiples funciones de los bordes de los bosques en los paisajes rurales

activos para la agroecología

Marc Deconchat, febrero 2022

Le Collectif Paysages de l’Après-Pétrole (PAP)

Preocupados por garantizar la transición energética y, en general, la transición de nuestras sociedades hacia el desarrollo sostenible, 60 profesionales de la planificación se han unido en una asociación para promover el papel central que los enfoques paisajísticos pueden desempeñar en las políticas de ordenación del territorio. Mrc Deconchat, director de investigación del INRAE de Occitania, arroja luz sobre el importante papel de los bordes de los bosques en el paisaje y su consideración en la agricultura del futuro.

Bajo los efectos del cambio climático, así como de las decisiones voluntarias, los paisajes rurales cambiarán significativamente en el futuro. Se establecerá la elección de variedades y asociaciones de cultivos, rotaciones, pero también nuevos cultivos o usos no agrícolas de la tierra, nuevos usos de la tierra. Estos cambios redefinirán el tamaño de las parcelas y su distribución en los paisajes, modificando la delimitación de los espacios y la forma en que los humanos utilizan sus zonas de contacto. Dentro de estos nuevos paisajes, las discontinuidades entre los distintos usos del suelo presentarán nuevas características.

Juntos formarán zonas con determinadas características ecológicas y sociotécnicas que repercutirán en la agricultura del futuro. Como espacio de interacción entre los entornos forestales y otros entornos, especialmente los agrícolas, los bordes de los bosques desempeñarán un papel especialmente importante en estos nuevos paisajes. Como refugio de una determinada biodiversidad, pero también como amenaza para ciertas especies, los bordes de los bosques están en el centro de muchas cuestiones en los paisajes rurales. Los bordes son interfaces entre el mundo forestal y el agrícola. Son puntos de paso para los intercambios entre estos entornos, objeto de negociación entre los actores implicados por su gestión, y también una reserva de recursos para el futuro. El estudio de los bordes de los bosques muestra la importancia y la complejidad de los procesos ecológicos y sociales que inducen. Sin embargo, se sabe poco sobre ellos.

Bordes del bosque y sus características

Los bordes naturales están causados por la discontinuidad del suelo: los afloramientos rocosos o una capa freática impiden la expansión de un bosque y crean así un borde. Los bordes más transitorios se forman después de un incendio o un deslizamiento de tierra. En los paisajes rurales templados, la mayoría de los bordes de los bosques han sido definidos por las actividades humanas: en Europa, es principalmente la confrontación ancestral entre los bosques y las tierras agrícolas, ya sean cultivadas o de pastoreo, lo que ha definido estos bordes. La apropiación de tierras que determina los límites fijos de un sistema de parcelas también ha contribuido a las discontinuidades que conforman los paisajes en mosaico que se encuentran en muchas partes de Europa.

En otras partes del mundo, estos procesos de diferenciación y fijación estructural han sido menos prominentes. Los paisajes resultantes tienen más zonas de transición y menos discontinuidad. Por ejemplo, la transición de la sabana al bosque denso en África Occidental es muy gradual, sin una clara discontinuidad. Del mismo modo, los límites tienden a difuminarse en los paisajes que sufren el abandono de la agricultura debido a la extensión natural de las zonas boscosas. Los eriales y los matorrales naturales constituyen ocupaciones del suelo transitorias e intermedias entre los entornos puramente agrícolas y los forestales, lo que dificulta la identificación de una discontinuidad y una zona de borde.

El lugar de los bordes en los paisajes

La diversidad de los paisajes terrestres se debe a la morfología de las formas del terreno, con sus diferentes tipos de vegetación, y a la forma en que la economía humana se ha asentado en estas configuraciones. Hay bosques primarios, bosques explotados y bosques gestionados totalmente por el hombre. En las partes de la tierra donde el hombre ha establecido la agricultura, las zonas de interfaz con estos bosques y la multiplicidad de modos de uso de la tierra cultivada generan otros tantos bordes. Estas zonas de confrontación ocupan áreas significativas a escala mundial. Las estimaciones más recientes se basan en datos satelitales: casi el 20% de la superficie forestal está a menos de 100 m de un borde, el 70% a menos de un kilómetro, y estos valores están aumentando debido a la fragmentación de los bosques y la deforestación (Haddad et al. 2015). En Europa, el Centro Común de Investigación (CCI) estima que el 40% de la superficie forestal está a menos de 100 m de otros usos del suelo, y el 60% de los bordes están en contacto con usos intensivos del suelo (Estreguil et al. 2012).

En Francia, el Inventario Forestal Nacional estima que se pueden contabilizar 50 m de borde lineal por cada hectárea de bosque, lo que da 805.000 km de borde para la Francia metropolitana, en ligero aumento en las últimas décadas, de los cuales 25.600 km son bosques estatales (Drège 2006). La PAC define los bordes con parcelas cultivadas como áreas de interés ecológico que se incluyen en la contabilidad medioambiental de las explotaciones, pero no hay datos disponibles sobre ellas.

Efectos de los bordes en la biodiversidad

Un borde cambia las características ecológicas de los entornos adyacentes y la distribución de las especies animales y vegetales que definen la biodiversidad local (Ries et al. 2004). A menudo se hace referencia a un « efecto de borde », cuyos impactos se evalúan de manera diferente en la literatura científica. En relación con la fragmentación de los espacios, algunas contribuciones presentan el borde como una amenaza para la biodiversidad. Otros destacan su riqueza en cuanto a flora y fauna. Esta divergencia corresponde a dos niveles de análisis que no se centran en los mismos procesos. Las grandes áreas de hábitat son adecuadas para las especies que prefieren permanecer bajo la cobertura de los árboles. La fragmentación de estos hábitats en zonas más pequeñas y dispersas crea otros tantos bordes pero reduce su espacio vital, lo que supone una amenaza para la biodiversidad más frágil. Por el contrario, cuando analizamos la influencia local de las porciones de borde y cuando el borde es lo suficientemente antiguo, encontramos una yuxtaposición de especies específicas de los dos ambientes adyacentes, siempre que estas especies toleren esta proximidad, así como especies inflexibles a los ambientes intermedios. El resultado es una biodiversidad que puede ser diferente y más rica en los bordes que en los entornos adyacentes. Suele estar formado por especies poco exigentes y más ubicuas que las que pertenecen a los hábitats centrales de los entornos. Por lo tanto, los bordes son localmente ricos en especies, pero más bien comunes.

Los bordes pueden albergar una biodiversidad cuyas diversas especies se ven abocadas a circular por la complementariedad de los entornos que enlazan. Estos flujos biológicos entre entornos muy diferentes, como los bosques y los cultivos, contribuyen a funciones ecológicas complejas que siguen siendo poco conocidas debido a las dificultades metodológicas para analizarlas. Los campos que lindan con los bosques suelen estar expuestos a los daños de la caza: varios estudios recientes demuestran claramente que los ungulados tienen comportamientos de vigilancia particulares cuando atraviesan un borde, el límite entre un medio bastante pobre pero protegido, el bosque, y un medio rico pero arriesgado, los cultivos. Además, los insectos polinizadores atraviesan regularmente los bordes y se refugian en ellos en momentos clave de su ciclo vital, al igual que los carábidos, depredadores de las principales plagas de las plantas (Roume et al. 2011). La proximidad de los bordes es, por tanto, una fuente de ciertos efectos positivos para la agricultura debido a los usos de estas especies. Estas influencias favorables de los bordes son similares a las de los setos y, más ampliamente, a las de la agrosilvicultura.

Los efectos de los bordes para la agricultura ecológica intensiva

El desarrollo rural destinado a preservar la biodiversidad y a desarrollar una agricultura agroecológica que aproveche los beneficios de los procesos naturales debe tener en cuenta los efectos de los bordes. Varios resultados recientes muestran que la longitud total de los bordes en un paisaje es un indicador fiable de un buen nivel de servicios ecosistémicos que regulan el funcionamiento de las parcelas cultivadas. La heterogeneidad de los paisajes es, pues, una ventaja para promover los procesos naturales beneficiosos para la agricultura. La heterogeneidad de la configuración, que implica la mayor cantidad de interfaces y bordes, parece ser más importante que la heterogeneidad de la composición, que define los tipos de uso del suelo. Una menor superficie de parcelas agrícolas y un mayor contacto con entornos no agrícolas son factores clave para los paisajes agroecológicos productivos que utilizan los servicios de la biodiversidad conservada (Sirami et al. 2019).

Una amplia gama de condiciones puede influir en los procesos ecológicos presentes en la diversidad de los bordes. Sería útil conocer mejor esta variabilidad y sus efectos para poder identificar los tipos de bordes favorables a determinadas funciones deseadas y poder proponer recomendaciones, desarrollos y prácticas de gestión capaces de limitar los efectos no deseados. Esta variabilidad de los bordes ha sido poco estudiada y sigue siendo poco conocida cuantitativamente. El factor más utilizado para caracterizar los bordes es la estructura de la vegetación. Los bordes se describen esquemáticamente como franjas de vegetación dispuestas a ambos lados del límite entre el bosque y lo no forestal. Se trata de un dobladillo herbáceo, arbustivo y luego boscoso, cuya composición y estructura evolucionan conjuntamente. En función de la presencia, la ausencia o el tamaño de estas diferentes franjas, se distingue entre facies de borde abrupto, donde hay una transición casi sin fisuras de las zonas abiertas a las boscosas, y bordes graduales, donde las diferentes franjas de vegetación se suceden de una zona a otra (Crémer et al. 2010). Los bordes empinados se consideran menos favorables para la biodiversidad que los bordes graduales, que ofrecen una mayor diversidad de condiciones ecológicas. Además, la variabilidad transversal de la vegetación se compone de una variabilidad longitudinal: se dice que los bordes rectos albergan menos biodiversidad que los bordes sinuosos. No obstante, hay que tener en cuenta que, debido a la tendencia de la vegetación arbórea a imponerse en un frente continuo en los espacios abiertos, los bordes graduales y sinuosos tienden a volverse espontáneamente más empinados y rectos si se deja que la vegetación se desarrolle sin una intervención regular. El mantenimiento de bordes graduales y sinuosos requiere intervenciones voluntarias para limitar la expansión de los árboles.

La edad del borde, es decir, el tiempo transcurrido desde su creación, es un factor diferenciador importante, ligado a la dinámica de la vegetación en su adaptación a las condiciones del suelo y a la disponibilidad de luz y agua. A largo plazo, la estructura de la vegetación puede afectar a la permeabilidad del borde. En general, se supone que los bordes graduales son más permeables a un gran número de especies que los bordes escarpados, en los que la vegetación forma a veces un muro difícil de atravesar, moldeado por el desarrollo de la vegetación que aprovecha la alta disponibilidad de luz. Esta característica depende de la especie y de su capacidad y medios de desplazamiento. La permeabilidad del borde puede ser una característica deseada o no, dependiendo de los procesos ecológicos involucrados. La naturaleza del entorno adyacente al bosque introduce una variabilidad que puede afectar significativamente al funcionamiento ecológico y a la gestión de un borde. Los bordes de las parcelas cultivadas suelen tener una estructura empinada que deja poco espacio para un dobladillo de hierba, sin transición de arbustos, y con árboles cuyas copas se podan para evitar que den sombra a los cultivos o dificulten el movimiento de la maquinaria. Por el contrario, los bordes con pastizales pastoreados suelen ser más progresivos, ya que las copas se dejan en su sitio para que sobresalgan de la pradera, proporcionando refugio y recursos forrajeros a los animales.

En el hemisferio norte, los bordes orientados al sur reciben más luz y, por tanto, energía que los bordes del norte, lo que influye tanto en la vegetación como en la capacidad de refugio de los bordes. Así, hemos demostrado que, en las laderas de Gascuña, las moscas voladoras, que son insectos polinizadores y depredadores, se refugian en los bordes meridionales durante el invierno y en los bordes septentrionales durante la parte más calurosa del verano, beneficiándose así de condiciones favorables para su supervivencia (Arrignon et al. 2008). Al observar los bordes, entran en juego otros factores diferenciadores que rara vez se tienen en cuenta en la literatura. Se trata de elementos microtopográficos como taludes de erosión, caminos, zanjas o muros bajos que materializan y ordenan las divisiones en parcelas. Lejos de ser anecdótico, el papel ecológico de estos elementos, habituales en los paisajes europeos, puede ser importante, en particular al crear una microvariabilidad perenne de la que pueden beneficiarse ciertas especies. Por ejemplo, se sabe que los taludes que se forman gradualmente por la diferencia de velocidad de erosión, que es más rápida en la zona abierta que en el bosque, proporcionan alojamientos favorables para las abejas solitarias que anidan en madrigueras (Carrié et al. 2017). Los paisajes tradicionales están formados por pequeñas parcelas que siguen las diferencias de nivel y configuración del suelo. Ofrecen una diversidad de ambientes propicios para los vivos. Al volver a desarrollar una agricultura que sepa poner en juego estas interacciones, el medio cultivado se beneficiará de las aportaciones de su entorno inmediato.

El estudio científico de los experimentos agroecológicos en los bordes

Los efectos de los bordes varían mucho de una situación a otra. Su estudio sobre el terreno requiere la consideración de muchos factores. Los trabajos teóricos han propuesto tipologías generales de bordes basadas en la estructura y la morfología de los entornos que enlazan. Cabe destacar el exhaustivo trabajo de Strayer et al (2003), que propone una clasificación de los límites ecológicos basada en estos criterios. Además, otros trabajos pretenden caracterizar los bordes utilizando datos espaciales por satélite o aéreos (Grybas y Congalton 2021).

Una característica importante de los bordes del bosque es la profundidad de su efecto. Gran parte de la literatura científica está dedicada a su estudio. La presencia de la discontinuidad, materializada arbitrariamente por una línea de borde, induce para algunas variables diferentes efectos relacionados con la distancia a esta línea. El borde se define como toda la zona en la que evoluciona una determinada característica en relación con la distancia al borde. Las zonas en las que esta característica varía independientemente de esta distancia corresponden a los núcleos de los entornos adyacentes. Sobre esta base teórica, muchos estudios han tratado de medir el tamaño de esta zona de borde, es decir, la profundidad a la que las variables de interés están estadísticamente vinculadas a la distancia del borde. La magnitud del efecto borde mide la cantidad de variación inducida por el borde. Esta variable es importante porque define potencialmente qué partes de los entornos están bajo influencia mutua y cuáles están aisladas. También es esencial para cartografiar y cuantificar la extensión de los bordes del bosque. Los efectos de la fragmentación de los bosques dependen de esta profundidad: cuanto mayor sea la profundidad, más penetrará la influencia del medio ambiente exterior en los fragmentos y menos espacio intacto quedará donde puedan refugiarse las especies sensibles. En consecuencia, dependiendo de la profundidad, algunos fragmentos demasiado pequeños o de forma poco compacta pueden consistir únicamente en zonas de borde y no tener un entorno interior.

La profundidad de los efectos de los bordes varía en función de muchas variables. El viento, por ejemplo, tiene un efecto más profundo que la entrada de luz. Por lo tanto, es difícil definir una única distancia de efecto de borde. Además, los bordes graduales suelen tener una mayor profundidad que los bordes pronunciados. La orientación o la pendiente del terreno también pueden tener un impacto muy significativo. En cuanto a la composición de la vegetación, es de esperar que varíe con la distancia, dependiendo en particular del gradiente de luz. Aunque esto se ha observado en algunas situaciones, no parece ser sistemático. También es probable que los resultados « negativos » que no mostraban una respuesta de la vegetación fueran descartados con más frecuencia de la literatura científica que los que apoyaban esta hipótesis.

Para establecer métricas comparables, a veces era necesario establecer una profundidad para el efecto de borde, tanto en el lado del bosque como en el lado abierto. Por razones de conveniencia, esta profundidad es generalmente cercana a la altura de los árboles dominantes en el borde, es decir, en Francia entre 20 y 30 m. Así, el CCI ha fijado la profundidad del borde en 25 m para sus estimaciones a escala europea, lo que también corresponde a 1 píxel de los datos espaciales utilizados.

La gestión de los bordes y el futuro de las zonas rurales

Los bordes son lugares de interacción social y técnica entre diferentes actores. Los temas importantes se concentran allí. Los bordes de los bosques son generalmente el resultado de una intención humana. Una estructura construida de forma más o menos voluntaria se ha mantenido a lo largo del tiempo por diferentes motivos. Los bordes de los bosques tienen muchos puntos en común con los setos, que son estructuras arbóreas lineales creadas y mantenidas por el ser humano con diversos fines.

El mantenimiento de los bordes de los bosques requiere un mantenimiento regular y, por lo tanto, limitaciones. Sin mantenimiento, los árboles y otras plantas leñosas del entorno forestal tienden naturalmente a colonizar el espacio abierto disponible en el suelo y en el aire. El laboreo en los cultivos y el pastoreo de los herbívoros domésticos contribuyen a este mantenimiento, pero a menudo no son suficientes. Son posibles varios tipos de mantenimiento de los bordes, en función de los equipos disponibles y de los objetivos, pero son poco conocidos porque no se han estudiado lo suficiente. Las formas de este mantenimiento dan lugar a diferenciaciones muy visibles en función de si los bordes están plantados con cultivos o con praderas. Las encuestas sociotécnicas cualitativas realizadas a los agricultores han puesto de manifiesto la importancia percibida del mantenimiento de los bordes, y más ampliamente de las zonas arboladas, en las tareas impuestas por las técnicas agrícolas actuales (Blanco et al. 2020). Sin embargo, queda por hacer una evaluación para cuantificar lo que representa esta carga de trabajo y cómo se lleva a cabo realmente. Los bordes, como los setos, ocupan un lugar especial en la recogida de leña. Es necesario mantenerlos regularmente para contener su desarrollo. Son más fácilmente accesibles que los parches de bosque y se dice que los árboles crecen más rápido allí que en el interior del bosque (Li et al. 2018; Albiero-Júnior et al. 2021). Por lo tanto, los bordes se mantienen mediante cortes longitudinales y poco profundos. Debido a la pequeña superficie, estos cortes están mal cuantificados por los métodos de inventario aéreo. Al no requerir autorización previa y formar parte a menudo de una economía familiar o de barrio, permanecen invisibles en las estadísticas tradicionales, a pesar de que constituyen una importante contribución a la economía doméstica. Estas prácticas, que hoy son relativamente anecdóticas, se desarrollarán sin duda más ampliamente en el futuro, cuando aumente la necesidad de biomasa para sustituir a los combustibles fósiles. El uso de astillas de madera se generalizará para la calefacción, para las camas del ganado y para el enriquecimiento del suelo. Se incluirá en las cuentas de la explotación.

Hoy en día, los bordes de los bosques no forman parte de las cuestiones agrícolas ni forestales. En la actual división disciplinaria, política y técnica, los bordes son objetos intermedios, marginales, que rara vez reciben atención. Los gestores del territorio consideran que son el resultado de la heterogeneidad de los paisajes ligada a la yuxtaposición de diferentes usos del suelo. De hecho, los bordes son el lugar concreto en el que toma forma la competencia entre las cuestiones forestales y agrícolas por el uso de la tierra. El retroceso de los bosques en algunos lugares y su expansión en otros están desplazando los límites históricos. Esta evolución está directamente relacionada con la dinámica social y demográfica de los territorios. Para pensar en los nuevos equilibrios que cabe esperar entre la producción agrícola y la forestal en una economía humana afectada por el cambio climático en curso, y para anticipar las adaptaciones que cabe esperar en términos de reducción de las emisiones de CO2 o de captación de carbono de los distintos sistemas agrícolas, será necesaria una visión de conjunto que pondere la contribución de los distintos usos del suelo a una economía revisada.

Los bordes son comunes en muchos paisajes del mundo. Sus orígenes son diversos, sus características complejas y sus consecuencias ecológicas, sobre todo en la biodiversidad, están lejos de ser inequívocas. Aunque ocupan una superficie relativamente pequeña del paisaje, tienen funciones importantes que sería útil conocer mejor ante los considerables cambios que el cambio climático impondrá a nuestros sistemas de producción. Para integrar el tema de los bordes en las reflexiones sobre el desarrollo futuro de los territorios rurales, actualmente nos falta conocerlos. Otro obstáculo es la dificultad para identificar a sus directivos. Para diseñar los paisajes del futuro, habrá que saber trazar estas líneas de fuerza que estructuran el espacio y marcan sus distintos compartimentos, así como sus interacciones. En un futuro próximo, los paisajes post-petroleros podrán darles nuevas funciones y nuevos significados.

Referencias

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