PAP 70 - Recuperar la calidad de las periferias urbanas : propuestas desde los atlas del paisaje de Cataluña

Pere Sala, octubre 2023

Le Collectif Paysages de l’Après-Pétrole (PAP)

Este artículo de Signé PAP es una continuación del texto de Pere Sala, director del Observatori del Paisatge de Catalunya, traducido por Enric Salvans-Roussel. El texto trata de las zonas periféricas, utilizando Cataluña como ejemplo. Aborda las propuestas del Atlas del Paisaje de Cataluña para mejorar la calidad de vida. Este texto está extraído del libro « Franges. Els paisatges de la perifèria », obra colectiva editada por Joan Nogué, 350 p. 2012. Colección « Plecs de paisatge » nº 3.

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De los márgenes ignorados a los márgenes reivindicados

Mientras que el arte, la literatura y, más recientemente, el cine han sido eficaces mediadores en la transformación de la mirada sobre los paisajes y en el desarrollo de nuestra conciencia sobre ellos a lo largo del tiempo, los paisajes de las periferias, donde viven miles de personas, han estado, hasta hace poco, poco representados aquí por la literatura, el arte, el cine, la música o los medios de comunicación. No ocurre lo mismo en otras partes del mundo. El cine estadounidense, por ejemplo, ha contribuido a crear una imagen de aparente anarquía en paisajes marginales de todo el mundo. Fábricas abandonadas, edificios en ruinas, descampados perdidos en medio de circunvalaciones de autopistas se han convertido, en las películas, en lugares perfectos para traficar con drogas o planear asesinatos. Ciertos márgenes son descritos habitualmente como lugares donde puede ocurrir cualquier cosa. Esta visión ha reforzado -o contribuido a crear- muchos prejuicios sobre la periferia urbana como lugares ignorados, anónimos, singulares e incluso peligrosos, obligando a los planificadores a intentar replantearse o reformular estas imágenes mediáticas. Como son pocos los escritores, artistas y cineastas que se han ocupado del paisaje de la periferia, es un hecho que este territorio, intensamente transformado en las últimas décadas, sigue siendo poco conocido y poco apreciado. Esta falta de interés contribuye a ampliar la brecha entre las imágenes míticas del paisaje catalán, los paisajes de referencia forjados por la literatura y la pintura, y la realidad de las periferias, los paisajes catalanes de principios del siglo XXI que son el entorno de vida cotidiano de cientos de miles de personas.

Espíritu del lugar y periferia

Una transformación tan brusca y rápida como la que se ha producido en determinados paisajes periféricos afecta al carácter de los lugares y debe repercutir en el sentido de pertenencia de quienes los habitan, ese vínculo de identidad, cultura e incluso emoción que constituye la base de nuestra existencia. Cabe preguntarse si estas rápidas transformaciones de los espacios periféricos no afectan a la seguridad que supone reconocernos en un lugar conocido, provocando desorientación, ansiedad y sensación de desarraigo. En algunas periferias resulta cada vez más difícil encontrar los rasgos identificativos de un paisaje. Un estudio de las referencias perceptivas de los habitantes del área metropolitana de Barcelona muestra que los habitantes de la gran ciudad mencionan los lugares típicos de su paisaje urbano, mientras que los habitantes de los pueblos evocan principalmente elementos agrícolas y montañas. Por su parte, los que viven en zonas suburbanas se refieren paradójicamente a las figuras más míticas del centro de la ciudad -Sagrada Família, Montserrat…-, paisajes urbanos muy conocidos por la mayoría de ellos, pero que poco tienen que ver con los lugares donde viven. Los hitos imaginarios con los que estos residentes representan el espacio que les rodea están, por tanto, marcados por un profundo conflicto de representación y significado. ¿Cómo lograr que los habitantes de las zonas residenciales suburbanas se sientan emocionalmente vinculados a ellas? Sin embargo, se ha observado que en los barrios suburbanos más recientes, algunos residentes identifican ciertos rasgos característicos como bloques de edificios, pasos subterráneos en nudos de transporte o almacenes, expresando un mayor sentimiento de familiaridad con estos elementos reconocibles de su espacio cotidiano que con el centro de la ciudad en la que viven. Proyectos como la recuperación de los llanos de las huertas de Salt y Santa Eugènia son muy importantes para reconstruir polaridades espaciales que permitan a los ciudadanos orientarse e identificarse con su entorno, ya que contribuyen a reconstruir un sentimiento colectivo de pertenencia al lugar y ayudan a la comunidad a sentirlo como algo propio. Estas llanuras, que han sido reurbanizadas en favor de la actividad agrícola, han contribuido a una notable reactivación social, productiva y cultural, paralelamente a una mejora de la calidad urbana y medioambiental del entorno. Estos procesos se han visto reforzados por la implicación participativa de los residentes locales en la gestión y la toma de decisiones. En los últimos años, Barcelona, Manresa, Mollet, Olot, Sabadell y La Seu d’Urgell han puesto en marcha iniciativas similares.

Paisajes emergentes en la periferia

La construcción de nuevas infraestructuras de transporte está dando lugar a otro tipo de fenómenos paisajísticos en la periferia de las ciudades. Los atlas paisajísticos de las comarcas de Girona, Hautes Pyrénées y Val d’Aran describen, por ejemplo, cómo el rápido desarrollo de las circunvalaciones de las ciudades ha provocado un cambio en el entorno visual para los automovilistas, ya que las rutas evitan ahora los centros urbanos. Las fachadas características, a menudo patrimoniales, han desaparecido en beneficio de otras percepciones, creando un nuevo paisaje imaginario tanto para la población residente como para la de paso, relegando el núcleo urbano y su calidad histórica a un cierto grado de indiferencia. Otro paisaje emergente es el de los microespacios intersticiales, espacios surgidos en medio de la proliferación de infraestructuras provocada por el crecimiento urbano. En Cataluña, ha aumentado el número de estos espacios abandonados o a la espera de un futuro diferente. Este fenómeno afea la imagen de la periferia de la ciudad, ya que su proximidad a las infraestructuras de movilidad los hace muy visibles, favoreciendo el establecimiento de usos marginales como cultivos ilegales, vertederos clandestinos o aparcamientos improvisados. Muchos espacios de este tipo permanecerán como están, mientras que otros podrían ser reurbanizados si se interviene de forma creativa para poner en marcha soluciones estructurantes más integrales para la ciudad. A este respecto, cabe mencionar las iniciativas que se han aplicado con éxito en Holanda, que han creado reservas naturales en distintos paisajes, incluidos los intersticiales, para reforzar su identidad paisajística o inventar una nueva, por ejemplo formando pequeños estanques para acoger la fauna. Las franjas son extremadamente versátiles, ya que la acogida temporal de instalaciones o eventos como circos, conciertos, zonas de acampada o concentraciones de caravanas pueden transformarlas temporalmente, cambiando el paisaje, sus valores y cómo se percibe.

¿Cómo representar todas las piezas del rompecabezas?

Los mapas tienden a hacer oficial, veraz e inamovible lo que representan, lo que significa que hay que prestar mucha atención a lo que se muestra y a cómo se muestra. Un requisito previo para cartografiar es disponer de información objetiva en la que basar las decisiones operativas. Pero cartografiar la periferia y todo lo que ocurre en ella es extremadamente difícil. ¿Cómo dar forma a la dinámica cambiante y altamente móvil propia de estas zonas? ¿Pueden representarse en un mapa las características híbridas, versátiles y efímeras de la periferia? ¿Cómo representar la ruptura de la armonía visual provocada por la implantación de ciertos almacenes en zonas de gran calidad paisajística, o las nuevas identidades que surgen en estos márgenes? A medida que se iban elaborando los atlas del paisaje, una cosa quedó clara. Nuestra metodología ha puesto a prueba sus propios límites. Para representar una realidad tan compleja como el paisaje de las periferias, probablemente será necesario sustituir los sistemas cartográficos convencionales por otros medios capaces de captar estos paisajes emergentes, como la fotografía, el arte o las inmensas posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, pues de lo contrario no seremos capaces de interpretar correctamente el paisaje, ni de tomar las decisiones adecuadas.

El papel clave de la agricultura periurbana

Las zonas agrícolas que rodean las ciudades contribuyen a configurar su identidad. Aunque su finalidad es económica y se utilizan principalmente con fines productivos, estas zonas deben desempeñar un papel clave en la gestión, planificación y reestructuración de la periferia urbana del futuro. Es necesario garantizar que la red de zonas agrícolas sea lo más extensa y menos fragmentada posible. Como puente entre el mundo rural y el urbano, la agricultura periurbana aporta soluciones a unos consumidores cada vez más preocupados por la calidad y la seguridad de los alimentos. En Cataluña, el parque agrario del Bajo Llobregat y el parque rural de Gallecs, en el Vallès Oriental, son referentes en estos ámbitos. No perdamos de vista que lo que está en juego hoy en las zonas periféricas es el destino del suelo fértil de las llanuras, mucho más que el del bosque, que, en conjunto, gana terreno aquí cada año. Las zonas agrícolas también deben considerarse aliadas privilegiadas a la hora de complementar los productos turísticos clásicos de nieve, sol y playa. En el Priorat y el Penedès, por ejemplo, se ha tomado conciencia del valor añadido que aporta un paisaje típico y cuidado. Bordeando los centros urbanos, el sistema de espacios abiertos formado por los sistemas fluviales, las zonas naturales y la agricultura periurbana actúa como un pulmón verde cerca de las ciudades. La diversidad paisajística de estas zonas contribuye a la recarga de las capas freáticas y a la protección contra los riesgos naturales. El futuro pasa por seguir reforzando estos cinturones verdes, como el anillo verde -y eminentemente forestal- del área metropolitana de Barcelona, la vía verde del Vallès, y los anillos verdes de Girona, Vic y Manresa; también pasa por restaurar las zonas deterioradas y mejorar las condiciones de acceso para que los ciudadanos puedan disfrutar de estos lugares e implicarse en su salvaguarda.

Franjas multifuncionales y eficientes

Las áreas periféricas no son sólo lugares donde se acumulan diversos usos o simples zonas de transición entre un centro y un campo cada vez más urbanizado, sino que se han convertido en un paisaje en sí mismas, un paisaje que cumple múltiples funciones ecológicas, económicas, sociales, históricas y estéticas. Las diversas actividades que allí se desarrollan deben poder combinarse de forma beneficiosa y desarrollar sinergias. He aquí un ejemplo: un proyecto previsto para instalar aerogeneradores en zonas de gran interés paisajístico en el Haut-Empordà. Tras estudiar el potencial y las necesidades de la zona y evaluar su potencial energético, varias instituciones locales llegaron a un acuerdo que favorecía la ubicación del parque eólico en torno al corredor de infraestructuras por el que pasan la carretera estatal II, la autopista AP-7 y la línea de alta velocidad 1. Esta iniciativa evitaba la instalación de aerogeneradores en zonas donde habrían sido aún más visibles y, por tanto, peor aceptados por la población. También se propuso que se beneficiaran todos los municipios afectados. Las iniciativas de este tipo no son lo bastante comunes. Ayudan a lograr la eficiencia territorial y contribuyen a la autosuficiencia energética, que debería ser una prioridad estratégica. Nuestros paisajes deben implicarse ahora en los retos globales para garantizar la máxima seguridad controlando al máximo el impacto paisajístico.

Hacia unos márgenes efímeros y moldeables

Tal vez deberíamos pensar en las periferias como realidades efímeras y moldeables, y abordar la intervención en estos lugares desde este supuesto. Tal vez sería un error aplicar los mismos conceptos sólidos y compactos utilizados para diseñar el centro de la ciudad. Si un edificio situado en estos espacios periféricos deja de ser funcional y ya no tiene sentido en un nuevo escenario medioambiental, económico o tecnológico, ¿no deberíamos aceptar eliminarlo y sustituirlo por otro con nuevas funciones? Si los límites de una ciudad se han cercado con zonas industriales o comerciales de baja densidad, ¿qué ocurrirá cuando la ciudad necesite expandirse o mejorar su calidad? ¿Habrá que densificar esas zonas o construir sobre ellas? La solución pasa probablemente por inventar conceptos e instrumentos mucho más flexibles que aquellos a los que estamos acostumbrados, para diseñar periferias más personalizadas, donde prevalezcan tanto lo efímero como lo reversible.

Hacer visibles las huellas históricas

Para mantener la identidad de los paisajes periféricos, es esencial comprender sus vínculos con el pasado. El conocimiento de los yacimientos minerales, canales, acueductos y acequias, molinos y ferrerías, parcelas, granjas, rutas y caminos de trashumancia, los inventarios de monumentos históricos y la consideración de las relaciones que han existido entre estos elementos a lo largo del tiempo pueden aportar una gran riqueza de ideas para la planificación urbana y regional de la periferia. Es muy importante identificar, documentar y cartografiar estas huellas en determinados paisajes que, como ya se ha dicho, suelen ser ilegibles a primera vista. El proyecto piloto PaHisCat (Paisatge Històric de Catalunya) nació precisamente para tener en cuenta el papel fundamental que tienen -o podrían tener- los elementos patrimoniales en cuestión2.

La periferia puede dejar de ser un lugar de acumulación de externalidades

Para reestructurar y recalificar la periferia urbana hay que apoyarse en un doble fenómeno. Por un lado, la capacidad de los núcleos urbanos para integrar externalidades urbanas que la ciudad tradicionalmente relega a su periferia y que ocupan un valioso suelo fértil. Uno de los ejemplos más claros es la construcción de la depuradora del Besòs bajo la plaza del Forum de Barcelona. También hay que tener en cuenta la capacidad de los elementos urbanos de la periferia para acoger infraestructuras y servicios más propios del mundo rural, y que hasta ahora también estaban dispersos por el valioso suelo de estas mismas periferias. Un ejemplo sería priorizar la ubicación de parques fotovoltaicos en las cubiertas de edificios existentes o futuros, como parques empresariales o almacenes comerciales.

Delimitar la ciudad

Una vez importados a la ciudad los elementos de la periferia, hay que evitar una mayor dispersión y redescubrir metafóricamente el principio de rodear la ciudad de murallas para delimitar claramente sus contornos. Las principales preocupaciones de los ciudadanos que participaron en la elaboración del Atlas del Paisaje de la Región Metropolitana de Barcelona eran la desaparición de la agricultura, la mala calidad del entorno y la pérdida de identidad de los núcleos urbanos y su entorno. Es necesario poner orden en este desorden paisajístico y apostar claramente por una compacidad que respete el principio de separación clara entre la ciudad y su entorno rural, establezca un desarrollo urbano en continuidad con las tramas urbanas existentes, respete las trazas históricas y evite la pérdida de nuevos suelos fértiles.

Una periferia de calidad, factor de competitividad

Es importante considerar las periferias como áreas de oportunidad, que aportan valor tanto a las ciudades como a sus entornos rurales. Valor económico, empezando por la agricultura, el ocio, el consumo cultural, el transporte y la producción de energía. En el contexto actual de una economía globalizada y de la consiguiente competencia creciente entre regiones, la calidad del paisaje y su singularidad son dos factores de atracción decisivos, sobre todo para las empresas de los sectores más avanzados (tecnología, información, innovación, etc.), así como para las de los sectores del ocio y la cultura. En este caso, la calidad del paisaje actúa como factor de competitividad y desarrollo sostenible. De ahí la necesidad de que cada lugar identifique sus rasgos más distintivos.

Proyectos integrados y de calidad

Un paisaje debe ser capaz de acoger un nuevo elemento que se inserte en él sin que el nuevo elemento se apropie del carácter del paisaje y destruya su coherencia, ya sea física o funcional. En otras palabras, hay que poder transformar los paisajes sin que pierdan su identidad. En las zonas periféricas de las áreas metropolitanas, hay que promover iniciativas capaces de reavivar la memoria y la identidad del lugar, de acuerdo con la población local. Estético en esencia, este enfoque sensible debe ir más allá del carácter cosmético, ornamental o simplemente formal que a menudo domina ciertas intervenciones, y aspirar a recuperar la vitalidad del propio paisaje, una vitalidad que es tanto física como económica, social y atmosférica. Proyectos de muy distinta naturaleza y función, como el parque fluvial del Besòs (Sant Adrià de Besòs), el proyecto de recuperación del espacio fluvial del Llobregat (Bas Llobregat), o la biblioteca, parque y granja de Can Llaurador (en Teià) son magníficos ejemplos de estos planteamientos. Los suburbios de hoy en día necesitan este tipo de proyectos bien integrados y de gran calidad, capaces de devolver el sentido y el carácter a zonas suburbanas que se han convertido en habituales. Los proyectos paisajísticos bien pensados, bien ejecutados y bien gestionados pueden tener un efecto catalizador en otros paisajes similares que hasta ahora han quedado a la espera de respuestas.

Paisajes de reciclaje

En las periferias urbanas adyacentes a las antiguas centrales y fábricas que dan a las zonas industriales su aspecto de desolación y agotamiento, vemos cada vez más casos de instalaciones que han adquirido un significado para la población local y empiezan a valorarse como elemento de identidad local. Un ejemplo es el perfil de las chimeneas de la central térmica de Sant Adrià de Besòs, que se ha convertido en un símbolo de la zona centro-norte de la región metropolitana de Barcelona. Una de las iniciativas que consolidó el papel de esta antigua central térmica como icono del área metropolitana de Barcelona fue el referéndum que el Ayuntamiento organizó en 2009 entre los vecinos de la ciudad sobre si mantener la central o derribarla tras su cese de actividad. El resultado de la votación fue claramente favorable al mantenimiento de la central. Ejemplos como estos plantean la cuestión de si ciertos artefactos dispersos por el país no deberían considerarse bienes patrimoniales, y si habría que definir criterios de preferencia. La tendencia actual en Europa es que cada vez transcurra menos tiempo antes de que un bien se considere patrimonio. El debate se haría más complejo si ampliáramos la mirada a otros elementos construidos durante el siglo XX, como puentes, carreteras, líneas de ferrocarril e invernaderos, como empieza a ocurrir en otros países.

Educar a la gente sobre los márgenes

Una de las cuestiones clave para fomentar el conocimiento y la comprensión del paisaje en zonas que no suelen ser muy valoradas por el público en general es educar la vista. Se trataría de una forma de educación no condicionada ni dirigida, con el objetivo de aumentar la conciencia de la gente de que los márgenes tienen significado y valores, que pueden mejorarse y que esta mejora puede contribuir positivamente a la calidad de vida de las personas. Con demasiada frecuencia en nuestro país, la contemplación del paisaje se asocia a la búsqueda de lo espectacular o lo singular, es decir, a valores escenográficos, lo que nos lleva a pasar por alto los paisajes de la periferia, que se perciben como menos atractivos. Sin embargo, veintiuno de los más de cuatrocientos miradores que figuran en los atlas del paisaje están situados en zonas periurbanas. Estas vistas facilitan su comprensión: por ejemplo, la vista desde la colina de Sant Pau, en Bellaterra, o desde el castillo de Sant Ferran, en Figueres. Más de ochenta se orientan visualmente hacia estos espacios (como el mirador desde el santuario de Queralt, en Berga, y el del castillo de Eramprunyà, en Gavà), y casi cincuenta rutas definidas en los atlas atraviesan también espacios de este tipo. Los atlas del paisaje de Cataluña demuestran que una de las muchas formas de conseguir una percepción del valor de los paisajes periféricos es a través de las rutas y miradores que invitan, estimulan y facilitan la percepción y la reflexión sobre los paisajes urbanos y rurales. Una percepción que no es exclusivamente visual, sino también emocional e íntima.

Un reto estratégico

Por su propio desarrollo y por el número de seres humanos que las habitan, las periferias son un tipo de paisaje sobre el que debemos reflexionar y actuar debido al importante papel que estos paisajes desempeñan actualmente en la estructuración del territorio, su equilibrio y su economía. Para ello será necesario cambiar sustancialmente la escala espacio-temporal a la que estamos acostumbrados y comprender que los referentes sociales y simbólicos actuales, incluidos los paisajes, están cambiando a gran velocidad. Sin embargo, la actual situación de incertidumbre global exige que las políticas de periferia no sólo se adapten a un determinado estado de la realidad, sino que se anticipen a él. Estamos inmersos en un cambio global en el que la periferia, por su naturaleza poderosamente dinámica y cambiante, desempeñará un papel preponderante.

  • 1 En febrero de 2010, el Consejo de Alcaldes del Alto Empurdà aprobó el estudio « Ordenación territorial de los parques eólicos del Alto Empurdà », promovido por el Ayuntamiento de Figueres, el Consejo Comarcal del Alto Empurdà y el Consejo de Iniciativas Locales Ambientales de las Comarcas de Girona (CIL-MA), y elaborado por el Instituto Cerdà.

  • 2 El proyecto PaHisCat es fruto de la colaboración entre el Departamento de Historia de la Universidad de Lleida, el Departamento de Territorio y Desarrollo Sostenible de la Generalitat de Cataluña y el Observatorio del Paisaje de Cataluña. El equipo de PaHisCat está dirigido por Jordi Bolòs, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Lleida. Centrado en la evolución histórica del paisaje catalán, este proyecto pretende conocer y difundir las huellas del pasado que aún hoy son visibles en cuatro de las ciento treinta y cinco unidades de paisaje de Cataluña (Conca de Poblet, Horta de Pinyana, Terraprims y Vall Cerdana).

Referencias